De sube y baja.
A veces disfruto con la soledad, cosa que a madrequetodolosabe le resulta imposible de entender. Soy de la opinión que el vivir solos nos enseña mucho de nosotros mismos… Sin embargo no lo veo como una relación directa; quiero decir: vivir solo, no significa soledad.. ni soledad implica que tengas que vivir solo. Hay muchas personas que se sienten solas aún cuando están rodeadas de gente.
Me gusta sentir que hay vida al otro lado de la pared (pero sin pasarse, que todos somos humanos) y encontrarme gente por la escalera o en el portal. La ventaja de que en mi edificio no haya ascensor (si, lo he escrito bien, yo tampoco sabía que era algo positivo) es evitar lo que yo llamo conversaciones de “sube y baja”, donde las frases cliché son: “¿A qué piso va?” “Vaya tiempo hace. Parece que la dichosa borrasca no nos quiere abandonar” Ese tipo de conversaciones habituales en el ascensor y que me encantaría prohibir. Si, prohibir. Por la mañana cuando voy más dormida que despierta, es preferible el silencio, a conversaciones banales sobre la cantidad de litros de agua por metro cuadrado o el record de grados a la sombra en el mes de Abril.
Sin duda las conversaciones de portal son mucho mejores. Para empezar está el asunto del espacio; no sientes la incomodidad de unas puertas que se cierran y tener que compartir tu espacio vital con alguien que quizá no conoces. Y los temas de conversación se amplían considerablemente: quejas del número de facturas que te acaban de llegar, de que la luz del descansillo del segundo no funciona, comentarios sobre el catálogo de Ikea o el último número de la revista que acaba de llegarte…
.. Y por supuesto de los vecinos. Por cuestión de horarios salgo temprano, y vuelvo prácticamente a la hora de cenar. Todas las mañanas me cruzo con el señor José, que vive en lo que antiguamente sería el piso del portero, en la planta baja. Ronda los ochenta, y según me ha contado lleva la mitad de su vida aquí. No tiene hijos, y su única familia era su mujer, fallecida hace un par de años. Profesor retirado y amante de los libros; una de mis vecinas no se cree que yo, siendo la nueva, pueda hablar con él.
Reconozco que al principio me resultaba difícil; como si tuviese miedo a relacionarse.. o más bien como si tuviese miedo a molestar. Sale cada mañana a por el periódico y me espera en el portal mientras lo ojea. Yo lo saludo y le pregunto como está; él me comenta las noticias más destacadas, y me desea que tenga un buen día. Yo me voy a la universidad, y él vuelve a su casa y su rutina. Hace dos semanas me dormí una mañana, y al día siguiente al verme José me preguntó qué me había pasado el día anterior. Por algún motivo, me produce ternura la gente como José. Para mí, eso es auténtica soledad.
A veces no nos damos cuenta, que con poco que hagamos nosotros.. puede significar mucho para los demás.
Reconozco que al principio me resultaba difícil; como si tuviese miedo a relacionarse.. o más bien como si tuviese miedo a molestar. Sale cada mañana a por el periódico y me espera en el portal mientras lo ojea. Yo lo saludo y le pregunto como está; él me comenta las noticias más destacadas, y me desea que tenga un buen día. Yo me voy a la universidad, y él vuelve a su casa y su rutina. Hace dos semanas me dormí una mañana, y al día siguiente al verme José me preguntó qué me había pasado el día anterior. Por algún motivo, me produce ternura la gente como José. Para mí, eso es auténtica soledad.
A veces no nos damos cuenta, que con poco que hagamos nosotros.. puede significar mucho para los demás.
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Historias de apartamento